El equinoccio de otoño | la segunda fiesta de la cosecha

 Equinoccio de otoño en el Santuario solar de Oliete - 2020 - © Falldara


La festividad del final del verano, Mabon (nombre reciente según el neopaganismo) no es otra cosa que la celebración por los pueblos precristianos del equinoccio de otoño. Los celtas celebraban esta fiesta en el mes de Canthos, que según el calendario lunisolar de Coligny correspondía con nuestro mes de septiembre aproximadamente. Este calendario, encontrado en Francia en 1897 nos ayuda a comprender como celebraban el paso del tiempo las culturas paganas; sin embargo, pese a ser una festividad celebrada por estas culturas y seguramente desde tiempos anteriores; no hay un nombre para esta festividad, como sí tenemos en el resto de fiestas de la rueda del año. El término equinoccio proviene del latín aequinoctium que significa: Noche igual.

Estas fiestas correspondían siempre con momentos importantes de sus ciclos agrícolas o de la luna y el sol. Los celtas tenían fiestas para los solsticios y los equinoccios, así como para los ciclos entre estos, normalmente coincidiendo con las lunas llenas, algo que se ha conservado hasta hoy en día.
 


La fiesta que corresponde a nuestro mes de septiembre es el equinoccio de otoño, día muy especial de equilibrio, ya que las horas de luz y de noche duran lo mismo. Es también el día que inicia la maravillosa estación del otoño. El equinoccio, al igual que ya ocurría con la anterior fiesta de Lughnasadh, celebra el ciclo agrícola, siendo concretamente la segunda festividad de la cosecha, que en nuestro país corresponde con la época de la vendimia y la recolecta de frutos como la manzana. Los celtas del área anglosajona denominaban a este mes como mes sagrado 0
Haleg-Monath,
celebrando la festividad con libaciones a los árboles y la tierra.
 

Anthony Meadows – Llewellyn Publications



El equinoccio de otoño es la segunda de las cosechas del ciclo anual, era celebrado por estas culturas con ofrendas en agradecimiento a los dioses y la tierra, normalmente ofrendas con banquetes, música y libaciones. Una celebración que también iniciaba lentamente el paso hacía los meses oscuros del año. La transición del cálido verano al frío invierno.
 
Pese al paso del tiempo y entretejido en telas de costumbres y tradiciones, hemos ido adaptando estas celebraciones ancestrales a nuestros días, como es el caso de las numerosas festividades de la vendimia en nuestros pueblos. 
 
Culturas como la maya celebraban los solsticios y equinoccios, como puede apreciarse en la construcción de su famosa pirámide Chichen Itzá, en cuya escalera el sol se refleja durante el solsticio de primavera y el equinoccio de otoño de tal forma que recrea una serpiente ascendiendo hacía la pirámide.
 
En tierras aragonesas, concretamente en el pueblo de Oliete (Teruel), se encuentra uno de los santuarios solares más antiguos. Con una datación de más de 4000 años, el santuario, ,situado en el Parque Cultural del río Martín, en Oliete, es una formación rocosa compuesta por dos oquedades. El sol atraviesa una de ellas al amanecer y durante varios días en el mes de septiembre y también en marzo. Estas formaciones rocosas recogen también abrigos con pinturas rupestres como las del Frontón de Tía Chula.
 
© Falldara
 
 
 
© Falldara


Yo estuve fotografiando la salida del sol en la pared rocosa, junto con unos pocos fotógrafos más, moviéndonos como una serpiente para captar los rayos en su veloz movimiento, pero os puedo asegurar que ha sido algo maravilloso y que os invito a conocer sin duda.

Ya no estamos hablando que culturas celtas, el sustrato es mucho más antiguo, pues este  santuario se uso en el epipaleolítico para realizar cultos y rituales ligados con el ciclo solar y la agricultura. Y es que toda cultura es una amalgama de culturas, sustratos y tradiciones con un nicho probablemente más antigüo de lo que pènsamos. Hoy seguimos disfrutando de estas celebraciones, seguimos madrugando para ver amanecer este día, trasnochando para ver atardecer, o la luna llena. Seguimos celebrando con vino y uva en estos meses, haciendo pasteles de manzana humeantes. El tiempo pasa, pero seguimos, como lo fuerón nuestros ancestros, ligados a la tierra y sus ciclos.
 
Para celebrar esta fiesta podéis emplear algo de tiempo en meditar sobre vuestra propia cosecha a lo largo del año, vuestros logros y resultados y agradecer por ello. Pasar el día en la naturaleza, ver amanecer o atardecer, recoger algunos elementos naturales como hojas secas, bellotas, piñas o frutos propios de la época para decorar vuestros hogares, compartir un poco de vino con un pastor y escucharle, siempre tienen maravillosas historias que contar, hornear una tarta de manzana, o simplemente pensar en ello.

 
 
 
 
¡Feliz equinoccio!




0 Comments